miércoles, 15 de febrero de 2012

Planes y Programas

En nuestro Centro Educativo además de las actividades que integran nuestro currículum se desarrollan otras encuadradas en diversos Planes y Programas que realizamos. Éstos inciden en aspectos relativos a ecología, salud, igualdad, convivencia, fomento de la lectura, aplicación de las nuevas tecnologías a la educación... 

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Cuento: Limoncín y Fresita. Autor: Diego Solís Sojo.

Hace mucho tiempo existió un reino donde había dos países: el país Rojo y el país Amarillo. En el país Amarillo, todo era amarillo: el cielo, los arboles, las casas, todo pintado de un intenso color amarillo. En el país de los Rojos, todo era de color rojo: el cielo, los arboles, las casas,…etc., todo pintado de un intenso color rojo. Y las tierras donde ambos colores se mezclaban eran de color naranja.
Tiempo atrás, los habitantes de los dos países eran muy amigos y vivían alegres y contentos.
Los sábados y domingos organizaban fiestas donde cantaban, bailaban y reían todos juntos. Pero, de la noche al día, a causa de algunas peleas y discusiones entre algunos habitantes, se hicieron enemigos. Los alcaldes mandaron levantar un muro ancho y grueso allá donde terminaban sus tierras y prohibieron a sus habitantes que traspasaran la frontera. Si desobedecían esta orden, serian duramente castigados. El rey de aquel reino estaba enterado de lo sucedido pero como era muy despreocupado, no hizo nada para poner medio a la situación. Así que desde entonces ya no hubo más bailes, ni fiestas y los habitantes de los dos países no volvieron ni a cantar ni a reír.
En el país de los Amarillos había un niño al que todos conocían como Limoncín. Era muy curioso y le gustaba mucho pasear por el bosque, observando las flores, los animales, las tierras y, a menudo, preguntaba a los mayores las cosas que no sabía. Un día, Limoncín salió a pasear con su abuelo y le pregunto:
- Abuelo, ¿qué hay detrás de aquel muro tan alto?
- Allí se encuentra el país Rojo. –respondió el abuelo. Ese país está lleno de gante malo y nunca debes de acercarte a su frontera.
- Pero, ¿Por qué dices que hay gente mala?- insistió Limoncín.
- Hace mucho tiempo, un hombre de aquel país vino por la noche a casa del panadero y le robó todo el dinero y todo el pan que tenía. El pobre panadero y su familia se quedaron sin dinero y el pueblo se quedó sin pan durante cuatro días. Así, que ya sabes, Limoncín, todos los habitantes del país Rojo son unos ladrones.
- Pero, Abuelo, si solo fue un habitante el que robó, ¿Por qué dices que son todos unos ladrones?
- Porque sí, Limoncín, si uno lo es, son todos.
-Pero abuelo,…
Ni pero ni nada, Limoncín, Es así y punto. Anda, deja de preguntar, ve a jugar y recuerda que por nada del mundo debes acercarte al país Rojo.
Limoncín se fue a jugar, pero no podía quitarse de la cabeza lo que su abuelo de había explicado.
En el país Rojo, vivía una niña a la que todos conocían como Fresita. Era muy curiosa y le gustaba mucho pasear por el bosque, observando las flores, los animales, las tierras y, a menudo, preguntaba a los mayores las cosas que no sabía. Un día, Fresita salió a pasear con su abuelo y le pregunto:
- Abuelo, ¿qué hay detrás de aquel muro tan alto?
- Allí se encuentra el país Amarillo. –respondió el abuelo. Ese país está lleno de gante malo y nunca debes de acercarte a su frontera.
- Pero, ¿Por qué dices que hay gente mala?- insistió Fresita.
- Hace mucho tiempo, un habitante de aquel país vino a vender un jarabe que lo curaba todo. Nosotros lo creímos y fuimos a comprarle muchos frascos. El hombre se fue y cuando probamos el jarabe nos pusimos todos enfermos. Aquel hombre nos engaño y se quedo con nuestro dinero. Así que ya sabes Fresita, todos los habitantes del país Amarillo son unos mentirosos y unos estafadores.
- Pero abuelo, si solo fue un habitante el que os engaño. ¿Por qué dices que todos son unos estafadores?
- -Porque sí, Fresita, si uno lo es todos lo son.
- Pero abuelo,….
- Ni pero ni nada, Fresita. ES así y punto. Anda deja de preguntar y ve a jugar y recuerda lo que te he dicho, no debes acercarte al país Amarillo.
Fresita se fue a jugar pero tampoco se podía quitar eso de la cabeza.
Aquella noche, Limoncín y Fresita, desde sus respectivos países, pensaron y pensaron hasta que al final decidieron hacer alguna cosa para que los habitantes de los dos países volvieran a ser amigos e hicieran las mismas cosas de antes bailar, cantar, reis,…etc.
Sus abuelos les habían contado historias que hablaban de la existencia de un mago. Un mago muy sabio y poderoso que podía conseguir cualquier cosas con sus poderes. Este mago vivía en la cueva de una montaña justo en el centro del territorio naranja. Sin pensarlo dos veces, Limoncín y Fresitas, cogieron su mochila, la cargaron con bocadillos y salieron rumbo al territorio naranja, en busca del mago, para pedirle que consiguiera que sus países volvieran a ser amigos. Antes de salir de casa dejaron una nota a sus padres para que no se asustasen, si no los encontraban y bajo la luz de la luna emprendieron su viaje.
Limoncín y fresita, caminaban por los bosques y campos a travesaron ríos y montañas, hasta llegar al muro de su país. Y tuvieron suerte, porque allí encontraron un pequeño agujero por donde pasar. Cuando ya se hallaban en el territorio naranja, los protagonistas de nuestra historia se encontraron frente a frente. Se miraron boquiabiertos y empezaron a hablar:
-¡Hola!- dijo Limoncín-
-¡Hola! – respondió Fresita.
-Me llamo Limoncín y vengo del país Amarillo.
-Yo me llamo Fresita y vengo del país Rojo.
Entonces, cada uno explico lo que su abuelo le había contado sobre el otro país y descubrieron que lo que decían no era del todo cierto.
-Yo pienso que los habitantes de tu país, como los míos, son buenas personas. –Dijo Limoncín.
-Yo pienso lo mismo. -respondió Fresita. No se puede juzgar ni acusar a todo un país por el error de una sola persona.
Los dos niños estaban de acuerdo y se dieron cuenta de que habían pensado lo mismo: ir hasta la cueva del mago y pedirle ayuda. Así que Limoncín y Fresita decidieron continuar el viaje juntos.
Caminaron un buen trecho y pasaron por muchas aventuras, jugaron, compartieron sus bocadillos y se explicaron cómo eran sus habitantes y sus países. Pero lo mejor de todo es que aquel viaje las sirvió para hacerse amigos. Y sobre todo para darse cuenta de que hay mucha personas que, a veces, comenten errores, pero que hay otras muchas personas que son buenísimos.
Cuando por fin encontraron la cueva del mago, entraron poco a poco y en silencio. Miraron a un lado y a otro, y descubrieron que no había nadie. Llamaron al mago, primero muy bajito y luego a gritos, pero no lo encontraron por ningún lado. En la cueva solo encontraron una mesa donde el mago realizaba sus pócimas secretas. Limoncín y Fresita, se pusieron muy triste porque después de un viaje tan largo no habían conseguido hablar con el mago. Se sentaron en la mesa y , de repente, supieron lo que tenían que hacer.
-¡Ya lo tengo!- grito fresita. No nos hace falta ningún truco de magia, porque para que nuestros países dejen de ser enemigos sólo necesitamos que….
-Sí, esto es lo que tenemos que hacer. Volveremos a nuestros países y hablaremos con ellos hasta que se den cuenta.
Y así lo hicieron, los dos niños corrieron hacia sus países a pedir a su alcalde hacer una reunión con todos los habitantes. Limoncín explicó al país Amarillo lo que había vivido con Fresita. Y Fresita hizo lo mismo en el país Rojo. La verdad es que costo hacer cambiar de idea a sus vecinos, pero finalmente la gente aprecio el gesto que habían hecho los dos niños realizando un viaje tan largo y peligrosos para unir a los dos países. Los alcaldes mandaron destruir el muro que separaba los dos países y construyeron un gran puente para unirlos. Hicieron una gran fiesta para celebrarlo. Limoncín y Fresita fueron los invitados de honor. Cantaron, bailaron y rieron juntos hasta que salió el sol. Fue así como Limoncín y Fresita, con un profundo gesto de amistad, devolvieron la alegría que tiempos atrás dominaba aquellas tierras.

Fin.

Cuento: La Paz Arregla cualquier Conflicto. Autora: Elena García Becerra.

Erase una vez un pueblo donde no podías encontrar paz y tranquilidad, porque todo lo que le rodeaba era montones de tanques y soldados que no paraban de pelear, tiendas de campaña, donde descansaban los soldados heridos que por desgracia habían muchos, y ni una sola persona en la calle. Todos estaban escondidos en unos refugios que se instalaron en las casas cuando empezó la guerra entre los pueblos. Llevaban así años sin poder salir de espacios reducidos, donde se encontraban las familias, habían familias de todos tipo, numerosas, pequeñas, de matrimonios jóvenes, ancianos y muchos más. Pero había una familia diferente, era una familia muy triste, ya que estaba formada por los padres, un niño de diez años, que se lamba Juan, y otro de tres años, que había fallecido hace pocos días, debido a una enfermedad que necesitaba un tratamiento que solo podían conseguirlo en el pueblo enemigo, que debido a la guerra no pudieron lograrlo.
Su hermano estaba deprimido y sin ganas de hacer nada. No comía, no podía dormir y se pasaba todo el día sentado en un rincón con la cabeza hacia abajo. Al fin, un día levanto la cabeza y prometió a sus padres que ayudaría a que casos como el de su hermano no se volverán a repetir, pero nunca usaría la violencia, ya que debido a eso su hermano falleció. Juan les explico a sus padres todo lo que había estado pensando durante todos aquellos días, aislado del mundo. Juan una vez que se lo contó todo a sus padres, a ellos les pareció una buena idea y les sugirieron a Juan que todo lo que les había contado a ellos se lo contara al alcalde del pueblo mediante una carta. La cual decía así:
Respetado Alcalde:
Usted no me conocerá, pues solamente soy un ciudadano de a pie como los demás y tengo diez años, supongo que estará muy ocupado, pero por favor concédame un momento de su tiempo. Yo soy el hermano de un niño que falleció hace poco. Estamos muy deprimidos y decidí, que debía hacer algo, así que le mando esta carta para decirle:
Que después de investigar y pensar mucho llegué a la conclusión de que porque nos estamos enemistando, cuando perfectamente si nos uniéramos podríamos inventar y construir muchas fábricas que generaran empleo, electricidad, agua y otras muchas más cosas respetando el medio ambiente, porque no expulsarían humo que las fábricas hacen actualmente.
Lo que me quiero referir con esta carta es que por favor intenten usar el diálogo para acabar con esto, porque no quiero que el caso de mi hermano se repita, más que nada por el sufrimiento que causa a los seres queridos.
Gracias por haber escuchado y por favor haga algo para solucionarlo.
Después de haberle enviado la carta, Juan se quedo muy satisfecho, porque estaba orgulloso de poder estar ayudando a que casos como los de su hermano no volvieran a ocurrir, y además, sin tener que recurrir a la violencia, sino usando el dialogo amablemente.
Uno de tantos días, suena el teléfono del refugio de la familia de Juan. Era el Alcalde, que había leído la carta que le envió. El alcalde pregunto que si podían ir al ayuntamiento para hablar con Juan y sus padres. Al llegar al ayuntamiento, tuvieron una reunión, el alcalde lo primero que hizo fue darles el pésame y más tarde empezaron a hablar sobre la carta. 
El Alcalde le prometió a Juan qu intentaría hacer todo lo que pudiera para acabar con esto, pero que a cambio Juan debería enviarle la carta al otro alcalde del otro pueblo. Juan acepto, y decidió enviársela.
Al día siguiente, de enviarle la carta, las sospechas que Juan tenía sobre si le llamarían o no se acabaron cuando sonó el teléfono y vio que era el Alcalde, pidiéndole que fueran a hablar con él, pero con la condición de que fuera el alcalde de su pueblo y sus padres, y el otro alcalde acepto.
Cuando se encontraron en el Ayuntamiento del otro pueblo, y los alcaldes se vieron en persona por primera vez, se dieron cuenta de que cada uno era el hermano perdido del otro, salieron corriendo a abrazarse, pero antes de hacerlo gritaron a plena voz: 
¡SE ACABÓ LA GUERRA!
Repitiéndolo varias veces hasta que los tanques pararon, las personas salieron de los refugios y se terminó el espantoso ruido de las armas.
Y así fue como los dos pueblos pasaron de ser enemigos a der amigos.

Fin.

Cuento: La Paloma Mari Paz. Autora: Cynthia Sánchez Rodríguez.

La luna grande y redonda, como un apelota de plata, brillaba en lo alto del cielo. Esta noche hacia tanto calor en la selva que el mono Tono no era capaz de coger el sueño. Harto de dar vueltas en su rama, bajo a la laguna a darse un baño.
- ¡Vaya!. Exclamo al asomarse a las aguas tranquilas. -¡Una tarta de nata!. ¡Qué risa! Me la voy a comer entera yo solito.
En ese momento pasaba por allí la elefanta Amaranta, dispuesta a llenar su trompa de agua para darse una refrescante ducha. Cuando Amaranta, vio al mono Tono trepando para hincarle el diente a una enorme tarta de nata, que flotaba en mitad de la laguna, se puso a gritar:
- ¿Cómo te atreves mono mamarracho? – Le grito levantándole la trompa. – Esa tarta será para mí.
- Y ¿Por qué? – le preguntó enfadado el mono Tono. La tarta es mía:- ¡Yo la vi primero!
- ¡Ah! No, no, no hablar. Es mía porque yo soy la más fuerte de la selva. Y si no estás de acuerdo, emplearé toda mi fuerza contra ti y te haré papilla.
El mono Tono, atemorizado, decidió volverse a su rama.
La elefanta Amaranta iba a empezar a darse un atracón de trata de nata, cuando acertó a pasar por allí, el león Ramón.
-¡Uy!, ¿qué sed tengo? – Dijo Ramón. –Voy acercarme a la laguna para beber agua fresquita. 
Entonces, fue camino a la laguna y se tropezó con la elefanta y le dijo:
-¿A dónde vas, Ramón?
-Voy a beber agua fresquita de la laguna
-Pero, ¿Por qué allí y no en otro lugar?
Pues porque quiero ir allí, además yo no tengo que darte explicaciones, soy el rey de la selva y todo la que hay en ella me pertenece. Y si te atreves a rechistar, utilizare mi poder para expulsarte de mi reino.
Impresionada, por el brillo de la corona real, la elefanta no se atrevió a decir ni mu y decidió alejarse de la laguna.
El león estaba ya relamiéndose de gusto y abriendo sus fauces para engullir de un solo bocado la enorme tarta. En ese `preciso instante salió del agua la hipopótama Pótama, que se estaba dando su baño nocturno.
-¿Cómo te atreves, león presuntuoso?- Esa tarta es de mi propiedad.
-Pero, ¿Por qué?, Rugió el león. – Yo soy el rey de la selva.
-Dijo Pótama: Tu serás todo lo rey de la selva que quieras, pero en esta charca soy yo la que mando. Y si me robas lo que está en mi territorio, no te dejaré que vuelvas a acercarte por aquí para beber a la laguna.
El león, sabía que el agua era muy importante para poder vivir. Así que pensó que lo más prudente era marcharse por donde había venido.
La hipopótama Pótama, dando un berrido espeluznante, se metió en el agua de nuevo para comerse la tarta. Más no puedo hacerlo, porque oyó los gritos de protesta de la urraca Paca que volaba alrededor de la laguna:
-¿Cómo te atreves, Pótama insensata? Esa tarta tiene que ser mía.
-Pero,… ¡hip!, ¿Por qué?- pregunto Pótama con un ataque de hipo.
-Pues porque soy el animal más ricos de estos contornos y puedo comprarlo todo con mis riquezas. ¿A que no podrás resistirte a darme la tarta a cambio de este puñado de piedras brillantes?- Le propuso la urraca, mostrándole un montón de rubíes, esmeraldas y diamantes.
Al ver tanta riqueza, a la hipopótama se le encendieron los ojitos de codicia. Sin perder ni un segundo, Pótama cogió las piedras preciosas y salió corriendo.
Entre tanto, con tanta discusión y tanto ir y venís de animales, se había hecho de día. La luna se había marchado a dormir, y en su lugar, lucía un gran sol amarillo. Cuando la urraca se lanzó sobre la laguna para darse un festín, se dio cuenta de que… ¡La tarta había desaparecido!
-¡Eh! Tú, Pótama, ven aquí ahora mismo. Seguro que has sido tú la que te has comido la tarta.
- ¡Ah! No ni hablar, yo no he sido. Contesto indignada Pótama. Seguro que ha sido el león Ramón.
-Pero que dices, si yo ni siquiera la he probado. -Contesto Ramón. Seguro que ha sido la elefanta Amaranta.
-¿Cómo? Yo. Yo no he sido habrá sido el mono Tono.
-Tono respondió: ¿Cómo voy a comérmela yo? si llevo un montón de tiempo subido en mi rama escuchando vuestros gritos. Seguro que ha sido la urraca Paca.
Así, echándose la culpa y discutiendo sin parar se pasaron horas y horas, hasta que volvió a hacerse de noche.
- Mirad, grito el mono Tono. – La tarta vuelve a estar en medio del agua de la laguna.
Al verla, todos los animales se abalanzaron sobre ella. Pero cuando fueron a morderla, solo consiguieron darse un buen coscorrón y llenar sus bocas de agua.
Una risa alegra, que tintineaba como una campanilla, llamó la atención de los animales. Era la Paloma Mari Paz, que lo había visto todo desde el cielo.
-Ji, ji, ji, ji, reía divertida, Mari Paz. Pero no os dais cuenta de que la tarta de nata no es más que la luna llena que se refleja en la laguna?
Menudo chasco se llevaron Tono, Amaranta, Ramón, Pótama y Paca. Tanto tiempo discutiendo para eso.
A Mari Paz, le dio mucha pena ver sus caras de decepción. Entonces les dijo: 
- Venid conmigo. Os voy a invitar a pastel de chocolate, lo he cocinado yo misma esta mañana.
- Pero… ¿Por qué?- Le pregunto el mono Tono. -¿Es tu cumpleaños?
- ¡Oh!, no, no es mi cumpleaños, ni nada de eso. ES que estoy convencida de que compartiendo las cosas, se disfruta más de ella. Y yo voy a disfrutar mucho más de mi pastel si nos lo comemos todos juntos.
Y al rededor de la laguna, mirando a la luna de plata, aquella pandilla de animales se lo paso de maravilla comiendo pastel de chocolate y riéndose sin parar. 
Después de mucho comer, aprendieron de este encuentro que compartir y ofrecer hace cosquillas por dentro. 

Fin.

Cuento: El regalo Mágico del Conejo Pobre. Autor: Javier Honorato Benítez.

Hubo una vez, en un lugar una época de muchísima sequia y hambre, para los animales. Un conejito muy pobre caminaba triste por el campo cuando se le apareció un mago que le entrego un saco con varias ramitas. Le dijo: “– Son mágicas, y serán aun mas mágicas si sabes usarlas”. El conejito se moría de hambre, pero decidió no morder las ramitas pensando en darles buen uso.
Al volver a casa, encontró una ovejita y pobre que casi no podía caminar. – Dame algo, por favor”, le dijo al conejo. El conejo no tenía nada salvo las ramitas, pero como eran mágicas se resistía a dárselas. Sin embargo, recordó como sus padres le enseñaron desde pequeño a compartirlo todo, así que sacó una ramita del saco y se la dio a la oveja. Al instante, la rama brillo con mil colores, mostrando su magia. El conejito siguió contrariado y contento a la vez, pensando que había dejado escapar una ramita mágica, pero que la ovejita la necesitaba más que el. Lo mismo le ocurrió con un pato ciego y un gallo cojo, de forma que al llegar a su casa solo le quedaba una de las ramitas.
Al llegar a casa, contó la historia y su encuentro con el mago a sus padres, que se mostraron muy orgullosos por su comportamiento. Y cuando iba a sacar la ramita, llego su hermano pequeño llorando por el hambre, y también se la dio a él.
En ese momento apareció el mago con gran estruendo, y pregunto al conejito: - ¿Dónde están las ramitas que te entregue? ¿Qué es lo que has hecho con ellas?
El conejito se asusto y comenzó excusarse, pero el mago le cortó diciendo: - ¿No te dije que si las usabas bien serian más mágicas? ¡Pues sal fuera y mira lo que has hechos!
Y el conejito salió temblando de su casa para descubrir que a partir de sus ramitas, ¡todos los campos de alrededor se habían convertido en una maravillosa granja llena de agua y comida para todos los animales!
Y el conejillo se sintió muy contento por haber obrado bien, y porque la magia de su generosidad devuelto la alegría a todos.

Fin.

Cuento: Cuento sobre la paz. Autor: Gonzalo Galisteo Granados.

Caucasum era un joven valiente y experto espadachín, que soñaba con convertirse en el mejor guerrero del mundo. En todo el ejército no había quien le venciera en combate, y soñaba con convertirse en el gran general, sucediendo al anciano cobardón que ocupaba el puesto. El rey le apreciaba mucho, pero el día que le conto su sueño de llegar a ser general, le miro con cierto asombro y le dijo:
-¡Tu deseo es sincero!, pero no podrá ser. Aún tienes mucho que aprender.
Aquello fue lo peor que le podía pasar a Caucasum, que se enfureció tanto que abandono el palacio, decidió aprender todas las técnicas de luchas existentes. Pasó por todo tipo de gimnasios y escuelas, mejorando su técnica y su fuerza, pero sin aprender nuevos secretos, hasta que un día fue a parar a una escuela muy especial. Una gris fortaleza en lo alto de una montaña. Según le habían contado, era la mejor escuela de quereros del mundo, y sólo admitían a unos pocos alumnos. Por el camino se enteró de que el viejo general había estudiado allí, marcho decidido a ser aceptado y aprender los grandes secretos de la guerra.
Antes de entrar en la fortaleza, le obligaron a abandonar todas sus armas. 
– ¡Deje aquí sus armas! le dijo un guerrero.
-¡No las necesitaras más!
Caucasum ilusionado, se desprendió de sus armas, que fueron arrojadas inmediatamente a un foso, por un hombrecillo gris. 
Uno de los instructores, un anciano serio y poco hablador, acompaño al guerrero a su habitación, y se despidió de él, diciéndole: - En 100 días comenzará el entrenamiento.
¡En 100 días! Contesto Caucasum.
Al principio, pensó que era una broma, pero pudo comprobar que no era así. Los días primeros estaban histéricos y nerviosos, e hizo toda clase de tonterías, para conseguir adelantar el entrenamiento. Pero no lo consiguió, y termino esperando pacientemente, disfrutando de cada uno de los días.
El día 101, tuvieron la primera sesión. “Ya has aprendido a manejar ti primera arma”, le dijo el anciano. “LA PACIENCIA”. Caucasum no se lo podía creer, y soltó una breve risa. Pero el anciano le hizo recordar todas las estupideces que había llegado a hacer mientras estaba poseído por la impaciencia. Y tuvo que darle la razón. “Ahora toca aprender a triunfar en cada batalla”.
Aquello le sonó muy bien a Caucasum, hasta que se encontró atado a una silla de pies y manos, subido en un pequeño pedestal, con decenas de aldeanos trepando para tratar de darle una paliza. Tenía poco tiempo para actuar, pero las cuerdas estaban bien atadas y no pudo escaparse. Cuando le alcanzaron, le apalearon.
El mismo ejercicio se repito durante días, y Caucasum se convenció de que debía intentar cosas nuevas. Siguió fallando muchas veces, hasta que cayó en la cuenta de que la única forma de frenar el ataque era acabar con la ira de los aldeanos. Los días siguientes no dejo de hablarles, hasta que consiguió convencerle de que no era ninguna amenaza, sino un amigo. Finalmente, fue tan persuasivo, que ellos mismo le liberaron de sus ataduras, y trabaron tal amistad que se ofrecieron para vengar sus palizas contra el maestro.
Era el día 202. ¿Ya controlas el arma más peligrosa, la PALABRA?- le dijo el maestro. “pues lo que no pudieron conseguir ni tu fuerza ni tu espada, lo consiguió tu lengua”
Caucasum, estuvo de acuerdo, y se preparo para seguir su entrenamiento.
El maestro le dijo: - Esta es la parte más importante de todas. Aquí te enfrentaras a los alumnos.
El maestro le acompaño a una sala donde esperaban otro 7 guerreros. Todos parecían fuertes, valientes y fieros, como el propio Caucasum, pero en todos ellos se distinguía también la sabiduría de las dos primeras lecciones.
“Aquí luchareis todos contra todos, triunfara quien pueda terminar en pie”-dijo el maestro.
Y así, cada mañana se enfrentaban los 7 guerreros. Todos armados, todos sabios, llamaban al grupo de fieles aldeanos, que conquistaron en su segunda prueba, y trataban de influir sobre el resto, principalmente con la palabra y haciendo un gran uso de la paciencia. Todos urdían engaños para atacar a los demás, cuando menos lo esperasen, y sin llegar ellos mismos a lanzar un golpe, dirigían una feroz batalla.
Pero los días pasaban y Caucasum se daba cuenta de que con su fuerza de debilitaban, y sus aldeanos también. Entonces, cambio de estrategia. Con su habilidad de la palabra, renuncio a la lucha y se propuso utilizar a sus aldeanos y sus fuerzas en ayudas a los demás a reponerse. Los demás agradecieron perder un enemigo que además se brindaba a ayudarles, y redujeron sus combates. Mientras, cada vez más aldeanos se unían al grupo de Caucasum, hasta que finalmente, uno de los 7, llamados Tronor, consiguió triunfar sobre el resto. Tan solo habían resistido unos pocos de aldeanos junto a él. Cuando termino y se disponía a salir triunfante, el maestro se lo impidió diciéndole: “No, sólo uno puede quedar en pie”.
Tronor se dirigió con gesto amenazante hacia Caucasum, pero este, adelantándose, dijo: 
- ¿DE veras quieres luchar? ¿No ves que somos 50 veces más numerosos?. Estos hombres lo entregaran todo por mí, les he permitido vivir libres y en paz, no tienen ninguna opción.
Cuando dijo esto, los pocos que quedaban junto a Tronor, se pusieron del lado de Caucasum. ¡Había vencido!
El maestro entro entonces con una sonrisa de oreja a oreja, dijo:- “De todas las grandes armas, la Paz, es la que más me gusta”. Todo se pone de su lado tarde o temprano.
El joven guerrero sonrió. Verdaderamente, en aquella escuela había conocido armas mucho más poderosas que todas las anteriores.
Días después, se despidió dando las gracias a su maestro, y volvió a palacio, dispuesto a disculparse ante el rey por su osadía. Cuando este le vio acercarse tranquilamente, sin escudos ni armas, sonriendo sabia y confidencialmente, le saludo:
- ¿Qué hay de nuevo, General? 

Fin.

Cuento: Sembremos Semillitas de Paz. Autor: Daniel La Cava Cremona.

En un lugar no muy lejano, se rumoreaba que en el colegio se había realizado un concurso llamado: “Sembremos semillitas de Paz”.
Cuenta la historia que un día la maestra propuso un trabajo, le pidió a los niños que pensaran de qué forma podían sembrar semillitas de paz, y que llevaran instrumentos con los cuales podrían sembrar las semillas. A la maestra le sorprendió el trabajo de uno de sus alumnos.
Pedro presentó una caja muy bonita decorada, pero nadie entendía como podía sembrar con una caja. Fue así que todos sintieron curiosidad por saber cómo sembraría.
Para sorpresa de todos en la caja había una foto con un paisaje hermoso, todo verde con tiernos pajaritos, un mar muy azul y un sol con todo su esplendor. Junto a la foto había un mensaje que decía: “”Gracias os doy por respetarme y les ofrezco mi belleza, mi tranquilidad. Firma la Madre Naturaleza”.
Además, había otra foto de pedrito de cuando nació en brazos de su madre, quien mostraba una gigante sonrisa, expresando felicidad. Junto a la foto había una nota que decía: “Ahora te toca a ti transportar a los demás algo que tú consideres bello para ti”.
Los demás compañeros llevaron semillas de diferentes flores para dibujarlas y así formar un jardín bello y colorido, donde cada flor representara un sentimiento, como: la Bondad, el Amor, la Amistad, la Generosidad, la Solidaridad, la Unión, el Afecto,…etc., donde cada niño se hacía responsable de cuidar esa flor, para así sembrar la paz en todo el mundo.
Todos se pusieron a trabajar para lograr el jardín más bello del mundo.
Mientras trabajaban la caja de Pedrito, circulaba por todas las familias del colegio. Y en ella, se iban acumulando muchos objetos con hermosos mensajes.
Pasado una semana, y los trabajos casi terminados todos, notaron que en ese gran dibujo donde mostraban desde el inicio la gran obra de su jardín, había una flor marchita.
Entonces, todos les preguntaron a Martin el por qué había dibujado una flor marchita. Y él les respondió, que no le interesaba dibujar que solo quería jugar y que no lo molestaran más.
Martín era un niño muy egoísta, solo pensaba en él y no le interesaba trabajar ni jugar con sus compañeros. Un día, a Martin, le pasó algo en el colegio, se había hecho mucho daño. Martín le dijo a sus padres que un amigo le empujo y él se cayó, pero eso no había sido así. Resulta que Martin se cayó solo. 
En su clase nadie quería estar con él porque era muy mentiroso, siempre mentía para culpar a los demás de cosas que él hacía y así reírse de sus compañeros.
Fue así que estos cansados de la actitud de Martín, idearon un plan para hacerlo reflexionar: “Dejarlo solo por unos días sin hablarle”.
Marín es esos días se sintió verdaderamente solo, nadie la hablaba ni jugaba con él.
Los niños y la maestra ansiosos porque era el último día para entregar los trabajos del concurso, dieron el último vistazo. ¡Vaya sorpresa! Gran curiosidad, por ver las cosas y leer los mensajes recibidos en la caja de Pedrito. ¡Qué hermoso!. Había imágenes, fotos de los niños con sus familias, otros con sus mascotas, con el primer regalo que le dejaron los reyes,…etc. ¡Qué maravilloso! Todos los mensajes hablaban de recuerdos muy queridos que les causaban risa, felicidad, ternura, ganas de volver a vivir todo eso de abrazar y dar cariño a sus seres queridos.
Solo el mensaje de Martín era diferente, no mostraba ninguna foto, solo expresaba su arrepentimiento pidiendo perdón y dándole las gracias a sus compañeros y señorita por hacerle entender lo hermoso que es compartir el tiempo, las actividades y el afecto con los demás.
Todos se sintieron muy felices al leerlo y le dieron un fuerte abrazo.
Los niños veían bellísimo el trabajo de Pedrito, pero no entendían que tenían que ver ese trabajo con sembrar semillas de paz.
Pedrito enseguida explico a todos: “ Tiene mucho que ver, porque hemos logrado en cada integrante de nuestra familias despertar, expresar los sentimientos más hermosos y profundos que tiene una persona, con los cuales si lo expresamos con frecuencia estaríamos entregando “ semillitas”, que nos llevarían a vivir en paz y en armonía con todos.

Fin.

Resumen: En un colegio se desarrolla un concurso donde los niños deben trabajar sobre los valores, especialmente “la Paz”. Se vive una experiencia hermosa y la cual nos deja como mensaje que para disfrutar plenamente de lo que tenemos debemos aprender a compartir.

Cuento: Un inmigrante muy pacífico Abdel Salam. Autor: Bernabé Lineros Aguilar.

En una pequeña ciudad de marruecos alejada de la civilización existía un niño llamado, Abdel Salam, su nombre en español significaba sirviente de la paz. Este era un niño muy pacifico de tan solo cuatro años. Pero su ciudad estaba en guerra con la ciudad vecina. Por ello, Adbel Salam y toda su familia tuvieron que emigrar a España. Pero no fue tan solo por las guerras de su `país que tuvieron que huir de él. También fue por que en su país obligaban a los niños a trabajar, abundaba la pobreza, había enfermedades muy contagiosas a la vez que muy peligrosas, escaseaban los alimentos y el agua, los ricos y los gobernantes abusaban y explotaban a los pobres,…etc.
Es decir, debemos de dar gracias a que tenemos todas estas comunidades y más en nuestras ciudades o pueblos.
Adbel Salam junto con su familia tuvo que emigrar a España, pero tan solo estuvo allí cuatro años, ya que Adbel Salan se dio cuenta de que a lo único que jugaban los niños de su edad era eso, de lo que el huía, las guerras. También, volvió a emigrar porque la crisis y el parao empezó a aumentar. Por lo que Adbel Salam y toda su familia volvió a emigrar pero no a su país sino a Japón.
Allí, en Japón aprendió muchas cosas, ya que los japoneses/as tiene un amplio conocimiento y un gran recibimiento con los inmigrantes. Allí, Abdel Salam estudio ingeniería informática hasta los 28 años. Los japoneses les enseñaron letras, números, informática, naturaleza,…etc.
Pero Adbel Salam le enseño a los japoneses cosas muchos más importantes como la solidaridad, el reciclaje, la generosidad, ser pacifico,…etc.
Adbel Salam junto con su familia y su novia japonesa Ai, en español amor, inmigraron a España ya que en Japón hubo un gran terremoto que origino un tsunami, así creando una catástrofe nuclear, del cual Abdel Salam , su familia y su novia sobrevivieron. Pero no toda su familia, ya que sus dos hermanos uno mayor y otro menor que él murieron por el tsunami cuando nadaban en la playa.
Como ya dije antes Adbel llevo a su familia y su pareja a España. Abdel se dio cuenta de que allí estaban igual que cuando era pequeño. Los niños jugaban a las peleas y a las guerras y los mayores peleándose por los problemas políticos, que en verdad era culpa suya por no saber dialogar y que además, era una mala influencia para los niños desde tan pequeños. Ya que empezaban a preocuparse por los problemas políticos y eso no les dejaba disfrutar de su infancia, ni relajarse por lo que siempre estaban agobiados y de mayor acabarían como sus padres y madres, preocupados por problemas políticos.
Como un niño que conoció Abdel Salam, cuando tenía tan solo 7 años, llamado Luis, que estaba siempre diciendo que si nos van a quitar eso, que si nos van a poner mucho de lo otro, que si eso está muy mal, que si eso se podría mejorar, etc.

Fin.